El mismo día de la visita de la familia Tessio, comienzo un bombardeo de llamadas telefónicas para localizar y contactar con las personas que sé que apoyarán nuestra versión y planifico una ruta que terminará en Washington.
La primera etapa es un vuelo a Dallas. Allí me reúno con Harry Collins. Era teniente al cargo de las comunicaciones en el cuartel general de la división, en Bastoña.
En lo que respecta a los que estábamos en el frente, en las trincheras, no había nadie mejor que él en el mundo para ocupar su puesto. Se implicaba al cien por cien en nuestras solicitudes y no tenía el menor reparo en incordiar a cualquier alto mando sin descanso si nosotros necesitábamos un contacto urgente. Alguna vez llegó a contactar directamente con el propio general brigadier McAuliffe si no nos daban lo que necesitábamos, saltándose la cadena de mando [pulsa el 1 para ver la nota]1. Se ganó muchas reprimendas por nosotros, tanto como para poder haber acabado en el calabozo más de una vez pero los mandos, aún siendo sus víctimas, valoraban su compromiso con los soldados en tiempos de guerra.
Cuando los chicos «embargaban» cosas de valor a los nazis caídos o prisioneros, para él reservaban los mejores regalos.
Por las comunicaciones de todos los implicados, Collins tenía un completo conocimiento de la situación de aquél día de Navidad del 44 en el que ocurrió todo aquello.
En nuestro encuentro, me alegra mucho ver que sigue siendo exactamente la misma persona y da su total disposición a testificar en favor de Tessio cuando haga falta.
Desde Dallas cojo un vuelo a San Luis. Allí me reúno con Bob Anderson, el sargento primero de mi compañía. Mi mano derecha. Un hombre muy reservado pero alguien a quien te alegras de tener al lado cuando las cosas se ponen feas y muy respetado por los soldados.
Tenía unas grandes dotes para la vida militar y una gran capacidad de liderazgo; severo cuando lo tenía que ser pero siempre justo y preocupado por los soldados. Cuando herían a alguien que quedaba en una posición vulnerable, él era el primero en salir y exponerse para poner al herido a salvo.
Estaba tan indignado como yo cuando escuchábamos las ordenes del coronel Harrington aquél día.
Al igual que Collins, está completamente dispuesto a testificar en favor de Tessio aunque me extraña que afirme que no sabía que este había sido acusado y condenado.
La última etapa es en la capital, Washington D. C., donde tendré las dos últimas reuniones que me faltan.
Jeff Grant es mi principal baza para que podamos presentar un testimonio sólido sobre lo ocurrido aquel día. Dos compañías dimos cobertura a la de Tessio cuando éste inició la ofensiva desobedeciendo las órdenes del coronel; una fue la mía y la otra la de Grant.
Él es ahora teniente coronel y trabaja en el Pentágono. Quedamos para almorzar en un restaurante de Arlington. Le cuento detalladamente la situación.
—Vaya, lo siento mucho por Tessio. Era un gran hombre y su ofensiva de aquél día deberían de estar estudiándola en la academia.
—¿No sabías que Harrington lo había acusado? —le pregunto.
—No, no lo sabía. Habría testificado en su favor sin dudarlo.
—Ahora puedes hacerlo. Podemos ayudar a la familia Tessio a limpiar su nombre.
—Lo que me pides es muy complicado para mi, Kap. Ya sabes que trabajo en el Pentágono y además estoy intentando promocionarme a coronel. En aquél momento lo habría hecho sin dudarlo pero ahora… acusar ahora a un mando superior… general de brigada, además. Es muy importante para mi y para mi familia el ascenso.
—Vamos, Jeff. No podemos dejar el nombre de Tessio así. Harrington es un malnacido y un incompetente. Si no le hubiera desobedecido quizá ni tú ni yo estaríamos aquí. Lo merece; es de justicia.
—Lo sé. Sé que sería lo justo pero de eso puede depender mi futuro. Con tu testimonio podría ser suficiente y si además está el diario de Tessio…
—El testimonio cojeará si no lo defendemos los dos que estuvimos implicados en aquello. Comprendo tu preocupación pero esto, ya sabes, es como dejar tirado a un compañero, Jeff.
Grant está notablemente inquieto, negando con la cabeza mientras me escucha e incapaz de fijar la vista en un punto.
—No puedo. No puedo. Lo siento, Kap, No puedo. Olvidé algo importante. Debo irme. Discúlpame, por favor.
Grant se levantó y se fue apresuradamente sin ni siquiera despedirse y aún sin terminar la comida mientras una enorme decepción me invade. Era nuestra mejor baza y tras esta espantada ya será inaccesible para mi. Podría encontrar más testigos pero ninguno que mejorase lo que ya tenemos. No añadirían valor al testimonio. Esto no nos deja en buen lugar para enfrentarnos a un general de brigada.
Quizá sea mejor masticarlo detenidamente y pensar en una estrategia diferente.
Aún así no dejo de pensar en que Grant también afirme que no sabía nada de la acusación contra Tessio, igual que Anderson. A mi me hirieron y me sacaron de allí pero a ellos no. El asedio a Bastoña duró dos días más hasta que llegaron los refuerzos. Harrington tuvo que acusarlo allí mismo. ¿Cómo puede ser que nadie sepa nada?. Aquí hay algo que no me cuadra.
Mi siguiente y última reunión es con Everett Lee. Rett y yo fuimos compañeros de universidad en la USC Gould, en Los Angeles. Compañeros de estudios y también de actividades extraescolares, ya sabes, cosas de la vida de universitarios justo cuando terminó la ley seca. Éramos muy buenos amigos y aún seguimos en contacto aunque apenas nos vemos por la distancia.
Rett es ahora mayor del ejército y un reputado abogado militar con una gran trayectoria y experiencia que trabaja en el JAG [pulsa el 2 para ver nota]2.
Al día siguiente, quedamos en el Old Ebbitt Grill para almorzar.
—¡Rick!, qué alegría verte —me dice amistosamente al llegar al local.
—Rett, cuanto tiempo. Ya veo que te va muy bien. Estaba seguro de que tú serías el mejor de nuestra promoción. Me alegro por ti.
—Gracias. No me quejo. ¿Cómo estás tú?. No nos vemos desde el funeral de tu esposa. Siento no haber podido estar más cerca en esa etapa. ¿Cómo lo llevas?.
—Fue difícil, no te lo niego —le contesto—. El primer año fue durísimo; imagínate, eres completamente feliz, ella embarazada, con toda una buena vida por delante. Ella era un ángel. Y de repente, en un maldito segundo, lo pierdes todo.
—No me lo puedo ni imaginar. Sólo de pensarlo…
—Poco más de un año después de aquello, en su honor, hice un viaje a caballo alrededor del Gran Cañón que los dos teníamos planeado. Eso me cambió la vida; fue muy liberador y me ayudó a salir adelante. Hoy, creo que no hay día que no me acuerde de ella pero ya lo he aceptado. Me va muy bien. Tengo una buena vida. Volver a Wyoming también me ayudó a volver a ser quien era. Si no hubiera hecho aquél viaje y me hubiera quedado en Los Angeles… No sé qué habría sido de mí.
Seguimos charlando unos minutos, poniéndonos al día sobre nuestras vidas y tras eso, le conté el motivo de mi visita detallándole el caso de los Tessio y solicitándole que sea su abogado.
—Será un honor para mi llevar su caso —contesta—. No será fácil al no haber pruebas contundentes pero si conseguimos más testigos de peso…
—En eso he estado estos últimos días —añado—. He conseguido ya dos buenos testigos pero el más importante me ha fallado. Grant, el que estaba al mando de la otra compañía que ayudó a Tessio. No quiere declarar en contra de Harrington aunque sabe que es un incompetente.
—Eso es un gran inconveniente. Los dos que participasteis en aquello activamente… serían los testimonios de más peso que podrían contrarrestar el de un alto mando. Sin él… —dice con gesto de impotencia.
Ambos sabemos que lo que tenemos no es suficiente.
—Tú también eres abogado, Rick. Ya sabes que esto en realidad va a ser aún peor, ¿verdad?.
—Sí. Estás pensando en Grant, ¿verdad?. En que lo buscarán para testificar en favor de Harrington.
Lee, que tiene las manos entrelazadas, sin separarlas muestra las palmas hacia arriba en gesto de asentimiento.
—Su testimonio apoyando a un alto mando lo hará parecer de más peso que el tuyo y el diario de Tessio juntos.
—OK —añade tras un breve silencio—, vamos con calma. Tenemos tiempo de sobra para encontrar algo. Empezaré hoy mismo con el papeleo para solicitar la revisión del caso. Para eso sí que tenemos material suficiente. Intentaré que lo agilicen todo lo posible. Revisaré todos los registros de aquél día para ver qué hay. En unos días te llamaré a ti y a los demás para que se os tome declaración.
Decidí quedarme unos días en Washington hasta que solicitaron mi testimonio para poder reabrir el caso y tras eso, me volví a Wyoming.
Apenas dos semanas después, recibo una importante llamada telefónica de Lee.
—Rick, tengo una noticia mala y otra buena. La mala es que Grant testificará en favor de Harrington. Esto al menos no nos coge de sorpresa. La buena es que ya sé cómo Harrington llevó todo aquello y es una buena noticia para el caso pero ya te imagino poniéndote rojo de ira cuando lo escuches.
—Estoy preparado. De ese hombre me espero cualquier cosa.
—Verás. Harrington no hizo nada en un primer momento. Después, cuando llegaron los refuerzos a Bastoña y se estabilizó la situación, primero sacó de allí a la compañía de Grant y a la tuya, ya con Anderson al frente de ella, y contigo fuera de juego en un hospital. Después disolvió la compañía de Tessio repartiendo a sus hombres en otras, y fue entonces cuando lo acusó.
—¡Por el amor de Dios!.
—Espera que la cosa no acaba ahí. No lo hizo allí; lo envió de vuelta a Estados Unidos para ser juzgado aquí.
—Eso no tiene ningún sentido. ¿Por un caso de desobediencia?.
—Así es —añade Lee—. Le eliminó cualquier opción a la defensa. No dejó ningún cabo sin atar.
—Claro, ahora entiendo por qué la señora Tessio decía que no quería volver a pasar por eso. En aquél momento no le di importancia. Era porque lo juzgaron aquí. Y que ni Anderson ni Grant supieran nada… Ahora todo tiene sentido. No podía permitir que el rotundo éxito que fue la ofensiva de Tessio se debiese a que le desobedeció y que los que podíamos defenderle dejáramos patente su incompetencia para el alto mando. Quería eliminarlo de la forma más humillante posible y que no quedara ningún registro reseñable de la actuación de ninguno de los dos. Es maquiavélico.
—Rick, ya sé que no hace falta decírtelo pero debo hacerlo. Esto nos vuelve a meter en la carrera pero no nos pone en cabeza; para cualquiera de estos hechos tendrán respuesta. Alegarán que todo tenía un sentido estratégico para mantener el mayor orden posible en tiempos de guerra.
Rett tiene razón pero las cosas son muy diferentes ahora. Harrington tendrá que empeñarse mucho más que nosotros. Presentando este caso, aunque ganasen ellos el juicio, hará que siempre planee una sombra de duda sobre él ante la cúpula militar. Ya no se centrará todo en la desobediencia de Tessio si no que tendrá que poner toda la carne en el asador para hacer un defensa de sí mismo.
Al ser un caso en el que hay un general de brigada implicado, todas las partes ponen su empeño en que se agilice y en mayo del año siguiente, recibo la llamada de Rett para comunicarme que ya hay fecha para el juicio, que será a principios del mes de agosto. Me alegra saber que al ser en esas fechas, el pequeño Tommy podrá estar allí. Rett me solicita que vaya unos días antes para preparar los testimonios.
Esos pocos meses transcurren muy lentamente hasta que llega el día de volver a Washington. Tengo un sentimiento de ansiedad como si me fueran a juzgar a mi.
Es un bonito día, despejado y caluroso. Everett Lee, el pequeño Tommy y la señora Tessio, me esperan ya en las escaleras de entrada al edificio del JAG.
Accedemos hasta una sección de un largo pasillo que es atravesado por otros pasillos perpendiculares, donde está la puerta de entrada a la sala, aún cerrada. Allí nos reunimos también con Collins y Anderson. En una de estas intersecciones se encuentra el fiscal hablando con otras personas, a quien Lee saluda de manera formal.
—Es Guillermo Ford —nos dice en voz baja—. Es muy bueno. Tiene la característica de ser amablemente implacable y despiadado con los testigos. Os despellejará con una encantadora sonrisa y mucha educación. Preparaos.
En ese momento se escucha tras una esquina un revuelo de pasos y voces, y al momento, Harrington aparece acompañado por un numeroso séquito, todos detrás de él. Luce un ostentoso bronceado playero. Un instante después, un fuerte y penetrante olor a Brylcreem, mezclado con Old Spice y tabaco, inunda la estancia de forma tan intensa que tengo la sensación de estar notándolo con todos los sentidos [pulsa el 3 para ver nota]3.
—Santo Dios, es un ataque con armas tóxicas —dice la señora Tessio.
De una puerta adyacente, salen en tromba y ruidosamente los miembros del tribunal y el juez. Este, al ver a Harrington, se acerca a él y se saludan con una amplia sonrisa y casi a voz en grito, dándose la mano y sonoras palmadas en la parte superior del brazo. Comienzan a charlar amistosamente como dos amigos que se encuentran en un bar después de mucho tiempo sin verse. Todos los miembros del tribunal los rodean, asintiendo y sonriendo a cada cosa que dice uno u otro.
—Esto es muy incorrecto; es vergonzoso —afirma Lee, indignado.
Judicialmente hablando, es un espectáculo ciertamente bochornoso. Un juez no debería de hacer esto. Es muy indecoroso para el cargo que ostenta mostrar públicamente esa cercanía hacia una de las partes, y muy decepcionante para nosotros.
Tras un minuto de amistosa charla, el juez, seguido del tribunal, se dirige hacia la puerta de entrada a la sala, saludándonos con un breve e inexpresivo gesto con la cabeza. Inmediatamente, un auxiliar nos llama a los testigos para que pasemos a otra sala adyacente que nos corresponde durante la sesión.
—Mayor Lee, cuando desee —me dice otro auxiliar mostrándome la puerta de entrada a la sala.
Menos de cinco minutos después, la sesión comienza con la declaración de apertura de la fiscalía. La estrategia de Ford es tan simple como contundente; el teniente primero Tessio desobedeció las órdenes directas de quien entonces era su coronel, y esa desobediencia causó la muerte de once hombres y dejó a treinta y nueve heridos.
Mi estrategia es doble. En mi declaración de apertura me centraré en el hecho de que la desobediencia de Tessió, en realidad, causó un número muy pequeño de bajas en comparación con las que se habrían producido si hubiera obedecido las órdenes del coronel y mencionaré, aunque vagamente, la segunda estrategia para que el juez no piense después que estoy cambiando mi argumentación.
Después de mi declaración de apertura, a través de los testigos dejaré que vayan saliendo a la luz las maquiavélicas decisiones del coronel para que Tessio fuese juzgado sin apenas defensa y lo ocurrido ese día quedase tapado, mostrando que Harrington tenía tanto interés en anular a Tessio como en que se supiese lo menos posible acerca de aquella batalla. Sé que cada una de las decisiones que tomó serán fácilmente excusadas por motivos estratégicos pero todas ellas juntas forman un patrón claro y evidente de ocultación. En eso centraré mis alegatos finales.
Además, tengo un as en la manga para cuando Harrington suba al estrado y haré que él mismo me anime a sacarlo.
Después de mostrar cómo es Harrington, usaré a Kaplan para que dé un relato pormenorizado de lo ocurrido y que muestre el polo opuesto al coronel; el héroe que fue Tessio.
Comienza el turno de los testigos de la fiscalía. El primero de ellos es Grant. Ford lanza sus preguntas de forma magistral para que las respuestas refuercen su argumentación.
Ahora es mi turno.
—Teniente coronel Grant, ¿es cierto que usted, al igual que el teniente primero Tessio y el capitán Kaplan, objetó a la orden que estaba dando el coronel Harrington?.
—Sí, objeté pero acaté la orden. Si luego di cobertura a Tessio fue por las circunstancias que acabo de relatar.
—¿Por qué objetó?.
—Pensé que no era la mejor decisión pero…
—Usted que estaba en el frente, dudaba de que las ordenes del coronel fueran las adecuadas. ¿Por qué motivo no le parecía una buena decisión?.
—Bueno, no creo que sea relevante. Me tomé la libertad de objetar pero acaté la orden de mi superior mientras dependió de mi.
—Ya se ha presentado esa prueba. ¿Quiere que le lea lo que usted dijo?. «Será una matanza y el flanco norte quedará expuesto». Eso es lo que alegó en contra de la orden de Harrington en su comunicación por radio.
—Quizá el coronel tenía una estrategia mejor que nosotros no conocíamos. No me corresponde a mi…
—¿Las tres compañías que estaban en ese flanco objetando con el mismo argumento?. ¿No le parece relevante?.
—Obedecí la orden de mi superior mientras fue posible.
—Cuando llegaron los refuerzos y se estabilizó la situación, ¿sabe a qué compañías sacó primero de Bastoña antes de acusar a Tessio?.
—Sacó a la mía pero no sé a cuales más.
—A la de Kaplan, entonces ya al mando de Anderson. ¿Sabe a qué otras compañías sacó en ese momento?.
—No.
—A ninguna otra antes de acusar a Tessio. Qué casualidad, ¿verdad?. Sacó de allí a las dos compañías que le dieron cobertura y la de Tessio la disolvió. Antes de acusarle no movió a ninguna otra compañía. ¿Sabía eso?.
—No.
Grant está visiblemente inquieto, no tanto por mis preguntas como por lo evidente que es que no tenía ni idea de estos hechos. Es exactamente el impacto que estaba buscando y que se que calará también con fuerza en el tribunal.
Con los otros testigos de la fiscalía se produce el mismo patrón. Ford ya me ha calado y lo veo comprobando las pruebas para minimizar esta línea,
Ahora es el turno de Harrington a las preguntas de Ford y este ya se ha preparado bien.
—¿Por qué motivo sacó a las compañías de Grant y de Anderson de Bastoña y disolvió la de Tessio antes de acusarlo? —le pregunta Ford.
—La compañía de Tessio estaba muy diezmada y las de Grant y Anderson eran de las mejores. Fue una decisión exclusivamente estratégica.
—¿Por qué lo hizo antes de acusar al teniente primero?.
—Era una situación muy difícil. El asedio fue muy duro y no quería preocupar a mis mejores hombres con esa decisión. Todos estaban muy unidos. Sólo me estaba preocupando por su bienestar. Verá, todo esto es muy sencillo en realidad. Un hombre desobedeció la orden de un superior y fue arrestado por ello. Lo demás son patrañas.
Rick y los demás ya me contaron como era este hombre en la guerra; todo lo opuesto a lo que se necesita de un líder. Un hombre completamente desapegado de sus tropas. Altivo y prepotente. De los que no entienden que la cadena de mando tiene que ser eficiente en ambas direcciones para que las cosas funcionen como deben. Algo que además coincide completamente con los hechos de ese día.
Personalmente siento repugnancia por este hombre ahora que lo oigo hablar. Su hipocresía es indignante.
Es mi turno.
—General de brigada Harrington, antes de nada, me gustaría saber por qué, en este caso concreto, sus ordenes fueron directas a estas compañías sin pasar por el teniente coronel del regimiento. No hay ningún registro de que estuviera incapacitado. De hecho, no hay ningún registro sobre él en ese día.
—No lo recuerdo.
—Al menos, ¿recuerda las comunicaciones que le estaban enviando las tres compañías implicadas antes de la batalla en cuestión?.
—Hace casi diez años; no recuerdo todos los detalles.
—Están en las pruebas presentadas. Las tres compañías, esas que usted acaba de decir que eran de las mejores, le estaban advirtiendo que sus ordenes provocarían una matanza y dejarían el flanco norte expuesto. Supongo que debía de tener usted otra estrategia que nadie conoce. ¿Puede decirnos cuál?.
—No recuerdo los detalles de aquél día. Sólo sé que di una orden y fue desobedecida.
—Sus ordenes eran defender las posiciones sin moverse del sitio para las tres compañías, mientras la ofensiva nazi se dirigía hacia una sola de ellas.
—Es posible.
—Es decir, tenemos los informes de los exploradores advirtiendo que se acerca una ofensiva alemana con blindados y al menos seiscientas unidades de infantería dirigiéndose hacia la posición del teniente primero Tessio. Tenemos las comunicaciones de las tres compañías advirtiéndole de que la compañía de Tessio es abrumadoramente inferior en efectivos y además está muy diezmada, con apenas ochenta hombres. Tenemos las solicitudes de las otras dos compañías para ir en apoyo de la de Tessio. Y sus ordenes son que nadie se mueva de sus posiciones. ¿Puede explicárselo al tribunal?. Porque entienda que es muy difícil de comprender. ¿Tenía alguna otra estrategia sorpresiva que hasta ahora ha permanecido oculta?.
—No lo recuerdo. Confiaba en la capacidad de mis hombres.
—¿No lo recuerda o la estrategia era que confiaba en que ochenta hombres derrotaran a seiscientos y a sus blindados?.
—No lo recuerdo.
Me quedo mirándolo durante unos segundos en silencio. Quiero que el tribunal me vea hacerlo; que noten la sensación de estupefacción.
—Bien. Después, no lo acusó hasta que la situación en Bastoña se normalizó.
—Así es; debía mantener el orden en una situación crítica.
—Y sacó de allí a las dos compañías implicadas y disolvió la de Tessio redistribuyendo a sus hombres en otras antes de acusarlo.
—Sí, claro, estaba muy diezmada, como usted ha dicho —dice con una soberbia sonrisa.
—Sí, pero era capaz de enfrentarse a seiscientos hombres y a sus blindados, como usted ha dicho. Con semejante capacidad no sé por qué la disolvió.
—Protesto, señoría —dice Ford —. Parece que el abogado de la defensa esté declarando, en vez de preguntando.
—Mayor Lee, céntrese en su interrogatorio, por favor.
—Sí, señoría. General de brigada Harrington, por favor, ¿podría darme una respuesta más detallada a la cuestión de por qué hizo eso antes de acusar al teniente primero Tessio?.
—No quería causar revuelo en un momento como ese. El asedio fue muy duro y los hombres no necesitaban más problemas de los que ya tenían. Bastante hice con no acusar también a Grant y a Kaplan, que también desobedecieron. Si no los acusé fue porque lo hicieron al verse obligados ante los actos de Tessio.
—Seguro que Grant y Kaplan le están muy agradecidos. Y después, en vez de acusarlo allí, como se haría habitualmente en un caso como este, lo envió de vuelta a Estados Unidos para ser juzgado aquí. ¿Por qué?.
—Por el mismo motivo; causaría un enorme e innecesario malestar, especialmente en compañías como las de Grant y Kaplan, que eran de las mejores.
—Pero si ya había alejado a esas compañías de Bastoña…
—Fue una decisión estratégica en ese momento. Las cosas son muy diferentes en tiempos de guerra. Pensé que aquí tendría un juicio más imparcial.
—General del brigada Harrington, con el debido respeto, a mi me parece que, como se suele decir, los árboles no nos dejan ver el bosque. Si vemos todas sus decisiones en conjunto hay un patrón muy claro. Usted quería eliminar a Tessio y todo rastro de esa batalla. ¿Es así? —digo elevando el tono y la intensidad poco a poco—. Le eliminó toda opción a la defensa y se encargó de que el enorme éxito que supuso esa batalla, que fue a pesar de usted, quedara lo más oculto posible. ¿Es así?. Simplemente no podía permitir que no fuera usted el héroe de aquél día. ¿No es verdad?.
—¡Por supuesto que no!, si me permite contestar. Está sacando las cosas de contexto.
—Quizá tenga usted razón. Intentaré darle contexto. ¿Le dice algo la fecha de 16 de Septiembre de 1944?.
—No.
—Capitán Henry Coleman. El pueblo de Villeneuve-sur-Seine. ¿Le dicen algo esos nombres?.
El talante de Harrington cambia repentinamente de un soberbio desdén a una notable tensión.
—El capitán Henry Coleman fue arrestado por agredir a un superior —contesta.
—¿Ese superior era usted?.
—Si.
—El capitán Coleman tomó el pueblo de Villeneuve-sur-Seine y a las pocas horas fue rodeado por los nazis estando en notable inferioridad numérica y, sin embargo, con una estrategia magistral, defendió el pueblo y consiguió rechazar al enemigo con sólo tres bajas en sus filas; algo por lo que más tarde recibió la Estrella de Plata. ¿Puede contarnos cuál era la queja del capitán Coleman como para agredirle justo después de esta batalla?.
—Estaba fuera de sí. ¿Va a justificar que se agreda a un superior?.
—No es lo que le he preguntado. Si le agredió fue justamente arrestado pero, ¿cual fue el motivo por el que le agredió?. ¿Cual era su protesta?.
—No veo que eso sea relevante.
—Usted le acusó de desobediencia, general de brigada Harrington. ¿Y sabe lo que pasó después?, ¿lo recuerda?. Fue arrestado por agredirle pero fue absuelto de la acusación de desobediencia. ¿No le parece que eso le da contexto a lo que hoy nos ocupa? —le digo, aunque mirando fijamente a los miembros del tribunal.
—No tiene relación un hecho con el otro.
—Oh, desde luego que lo tiene. Cualquiera podría decir que no permite que nadie bajo su mando reciba una medalla si lo que hizo no fue por una orden suya.
—¡Protesto, señoría! —grita Ford.
—No hay más preguntas, señoría.
Es el turno de nuestros testigos.
—La defensa llama al estrado a Ricardo Kaplan.
Continuará
Este enlace te llevará a la tercera y última parte.
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Notas:
- Aunque Maxwell Taylor era el comandante de la 101ª División Aerotransportada, al no encontrarse este en Europa durante la contraofensiva de la Ardenas por lo inesperada que esta fue, el mando de la división recayó en el general brigadier Anthony McAuliffe. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- El JAG (Judge Advocate General) es el cuerpo legal del ejército de los Estados Unidos y se encarga de proporcionar servicios en una amplia gama de áreas, desde derecho operacional hasta asesoría, representación o defensa legal. En un juicio militar, el JAG proporciona tanto al juez como a los abogados que ejercen de defensa o fiscalía y se encarga de seleccionar al tribunal, que es el equivalente a un jurado. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- Brylcreem era una popular marca de crema para el cabello masculino que producía un efecto parecido a la gomina y tenía un olor muy característico. Fue de uso común y generalizado desde los años 20 hasta bien entrados los 60. Old Spice era una loción para después del afeitado extremadamente popular en la época y que también tenía un olor muy característico. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎