La declaración de Kaplan la preparamos con un especial cuidado antes del juicio. Al no estar Grant de nuestro lado, es nuestra mejor baza para dar valor al diario de Tessio.
Esta declaración tiene tres pilares muy buenos a nuestro favor:
El primero es que viene inmediatamente después de sembrar dudas más que razonables sobre las decisiones de Harrington y dará un notable contraste con la responsable y heroica acción de Tessio. Es una estrategia cognitiva muy eficiente.
El segundo es que para poner las acciones de Tessio en valor no necesitamos adornarlo; las pruebas corroboran el relato. Eso le da consistencia y credibilidad. Es la ventaja que tenemos frente a la fiscalía.
La tercera es que Rick está completamente desconectado del ejército y no necesita morderse la lengua en ningún punto, pero tiene una hoja de servicio militar notoria e impecable como para que no sea fácilmente cuestionable.
Kaplan se acerca al estrado y permanece de pie mientras un auxiliar se le acerca.
—¿Jura solemnemente que el testimonio que está a punto de dar en el caso ahora en audiencia será la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con la ayuda de Dios?.
—Sí, lo juro.
Comienzan mis preguntas.
—Señor Kaplan, por favor, diga a este tribunal cuál era su rango el día de los hechos.
—Capitán de la Compañía «Ripcord», del 2º Batallón del 506º Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División Aerotransportada.
La siguiente pregunta debo de hacerla muy rápido.
—Señor Kaplan, usted no sólo participó en importantes operaciones que van desde el mismo Día D hasta la Batalla de las Ardenas, ¿verdad?. También, como abogado que es, participó como ayudante del fiscal Robert Jackson en los juicios de Nurem…
—Protesto señoría. El historial del señor Kaplan no es relevante para este caso.
—Señoría. El señor Kaplan no es militar ahora. Sólo pretendo…
—Se acepta. Con su rango el día de los hechos ya sabemos que el señor Kaplan estaba perfectamente integrado en el ejército el día en cuestión.
Lo sabía. Sólo pretendía que me diese tiempo a asociar a Rick con Robert Jackson y Nuremberg ante el tribunal.
—Señor Kaplan. ¿Puede contarnos qué ocurrió ese día?.
—Sí. Todo empezó por la mañana, poco después del amanecer y con un frío de muerte, como todos esos días. Los exploradores empiezan a dar informes de que se acercan alemanes por la zona de la carretera de Foy, nor-nordeste de Bastoña. Esa misma carretera era la posición de la compañía del teniente primero Tessio. La mía estaba cerca del camino de Bizory, apenas una milla al sureste de la de Tessio, y la de Grant estaba en un bosque, entre las carreteras de Foy y la de Longchamps, al oeste de la de Tessio y también a eso de una milla. Los primeros informes de los exploradores, al ser esa una zona de bosques muy densos, no solían ser muy precisos y en principio las noticias no eran especialmente preocupantes pero ya esperábamos las ordenes del teniente coronel. El tiempo iba pasando y seguíamos sin recibir ordenes. Intentamos contactar con el teniente coronel pero nadie lo localizaba. Si Collins no localizaba a alguien era porque estaba realmente ilocalizable. Entonces se nos dice que el coronel Harrington toma personalmente el mando de estas compañías. Debo decir, para que quede claro que esto no es sólo una opinión mía personal, que todos allí expresaron en voz alta su decepción ante esta noticia.
—¿Qué ocurrió entonces?.
—Ya sabíamos que Harrington estaba al mando pero seguíamos sin recibir ordenes. Los informes de los exploradores eran cada vez más precisos. Unos quinientos hombres, diez Hanomags, que harían un total de unos seiscientos hombres, un Tiger y cuatro Panthers. La compañía de Tessio no llegaba ni a los cien hombres e iban directos hacia ellos. Con el teniente coronel sabíamos que las ordenes serían sólo un trámite; nos diría que tanto Grant como yo fuésemos en apoyo de Tessio, que sería lo lógico. Ya estábamos preparados para recibir esa orden y salir hacia allí pero el coronel seguía sin decir nada. Entonces empezamos a llamarlo nosotros. Nos contestó en un tono muy enérgico y casi a voz en grito que las ordenes eran mantener nuestras posiciones. La forma de contestar nos hizo pensar que Tessio y quizá también Grant ya le estaban presionando en ese sentido. Pero la orden era absurda. Con esa diferencia los iban a masacrar en menos que canta un gallo y para colmo les daría camino libre directo al centro de Bastoña. Vista la situación, no me importó que el coronel ya tuviera esta información y volví a contactar contándole esto mismo que acabo de decir. La conversación no fue, que se pueda decir, cordial. Entonces me acerqué un poco y contacté directamente con Tessio con el handie-talkie para ver si había alguna estrategia o alguna información que yo no supiera [pulsa el 1 para ver nota]1. Tessio ya había dejado atrás el enfado y había pasado a la iniciativa. No había ninguna otra estrategia ni otra orden que permanecer en las posiciones. Me dijo unas palabras sobre el coronel Harrington que no reproduciré por respeto a este tribunal y que estaba pensando en algo, que en un momento me diría.
—¿Entonces?.
—Di ordenes a mi compañía para acercarnos a media distancia y envié un Jeep más al norte para que nos diera una información precisa de la situación. Los alemanes debían de estar a punto de llegar. Entonces el Jeep nos dice que vienen en formación de punta de flecha, con el Tiger en el centro y en cabeza, y dos Panthers en cada flanco, más atrás. Esto, por un lado, tiene cierto sentido pero fue el peor error de los alemanes. Ya veníamos notando que los…
—Protesto, señoría. La formación en la que venían no tiene ninguna relevancia para justificar la desobediencia.
—Señoría, la formación en la que venían será un hecho determinante para lo ocurrido ese día.
—Le daré un poco de espacio, mayor Lee pero más le vale que esa formación termine siendo relevante. No se acepta. Continúe.
—Como decía, veníamos notando que los Tiger no sólo tenían poder destructor si no también disuasorio y recibíamos noticias de tropas bisoñas, recién llegadas, que sólo con verlos salían corriendo. Esto es totalmente cierto; yo personalmente lo vi unos días antes, cuando entramos en Bélgica [pulsa el 2 para ver nota]2. Por este motivo ponían un Tiger al frente, en cabeza. El gran error alemán de ese día fue que utilizasen esa estrategia contra nosotros, que éramos tropas ya bregadas y con experiencia. Pintaba que les habían hecho llegar una información mala. Entonces Tessio me habló por el handie. «¿Lo estás viendo?», me preguntó. Yo le contesté que sí, que nos habíamos acercado a sus posiciones. «Si se hace tiene que ser ahora, antes de que se reagrupen. ¿Estás conmigo?», me preguntó. A lo que se refería era a que la única opción que teníamos de frenarlos era atacarlos mientras estaban en esa formación. Si Tessio atacaba la cabeza, nosotros atacaríamos inmediatamente los flancos para que los Panther no tuvieran tiempo de ponerse en posición de darle cobertura. Si esperábamos a que se reagrupasen dejándoles a ellos la iniciativa, sería casi imposible frenarlos si no recibíamos más apoyo. Por eso es tan importante la formación en la que venían. Yo le contesté: «sí, completamente».
—¿Entonces, Tessio atacó?.
—Así es. Nosotros salimos a por ellos incluso antes de que Tessio iniciara la ofensiva. Teníamos que conseguir que los Panther pusieran toda su atención en nosotros lo antes posible y así fue. Inmediatamente después de empezar la ofensiva vi que Grant estaba haciendo exactamente lo mismo. Todo salió redondo. Ambos flancos se centraron en frenarnos y contra Tessio ya iba menos de un tercio del total de la ofensiva. Nosotros nos cargamos a uno de nuestros Panthers, que estaban bajando por una pequeña colina, y poco después se escuchó una explosión y vi al Tiger, al borde de la carretera, con la torreta tocada y en llamas, y sus hombres saliendo también en llamas. Unos pocos minutos después, un par de Howitzers, más atrás, empezaron a darnos apoyo. No sé quien fue pero, Dios, cómo queríamos a esa gente. No habríamos durado ni cuatro días en las Ardenas si no fuera por la artillería. Eso frenó a la infantería alemana. Unos chicos y yo nos parapetamos en las ruinas de un antiguo edificio agrícola que hacia como de muro. El Panther que quedaba en nuestro flanco nos disparó a los que estábamos allí y un chico que estaba cerca de mi salió por los aires. Yo caí de espaldas. Me impactó un montón de metralla en la cadera. Intenté ponerme de pie pero no tenía fuerza en la pierna derecha. Entonces rodé hasta donde el muro estaba más bajo para seguir disparando desde el suelo. En ese momento vi como el Panther que quedaba en nuestro lado explotaba.
—¿Qué ocurrió entonces?.
—El Tiger fuera de juego, los Panthers de nuestro flanco fuera de juego y tampoco escuchaba a los del lado de Grant. Entonces ocurrió otra cosa que veníamos notando cada vez más, desde hacía un tiempo. Que a los nazis, en cuanto les quitabas los blindados, les destapabas las vergüenzas. Tropas cada vez más jóvenes e inexpertas. Dios, teníamos algún prisionero imberbe que más que en el frente debería de estar en la escuela. Acabar con esa infantería ya era una cosa relativamente fácil y no llevó mucho tiempo antes de que empezáramos a ver como se retiraban. Desde nuestras posiciones vimos como los propios nazis, unos más veteranos, seguramente de las Waffen-SS, dispararon a tres de sus chicos que intentaban retirarse. La contraofensiva fue un éxito espectacular que acabó eclipsando lo que habría ocurrido si no se hubiera producido. Tessio debería de haber recibido honores por aquello. Si no hubiera desobedecido la orden, no le quepa duda de que muchos, entre los que me incluyo, no estaríamos aquí, intentando hacer justicia. ¿Once bajas?, por supuesto que son devastadoras porque todas lo son, pero, ¿sin la ofensiva?. Estaríamos hablando de cientos; incluso de miles. Tácticamente hablando, acabar esa batalla con once bajas es un resultado brillante. Ningún militar que se precie lo puede negar. Del lado nazi no fueron menos de doscientas cincuenta y los habríamos aniquilado si no se hubieran retirado. Es irreprochable. Tessio no actuó a lo loco; lo hizo responsablemente. Trazó la estrategia perfecta que debería de haber venido de nuestros superiores y les dio a los nazis de su propio jarabe de blitzkrieg [pulsa el 3 para ver nota]3.
—Gracias, señor Kaplan. No hay más preguntas.
Es el turno de la fiscalía.
—Señor Kaplan, corríjame si me equivoco, por favor. Usted ha dicho que antes de que Tessio iniciara la contraofensiva usted ya se había movido de su posición. ¿Es así?.
—Así es.
—A pesar de que sus ordenes eran permanecer en sus posiciones.
—Sí.
—Discúlpeme pero esto es nuevo. Le agradezco de todo corazón que aporte nuevas pruebas en favor de la fiscalía.
—Dadas las circunstancias era obvio que desobedecer era absolutamente necesario.
—Usted era capitán. ¿Qué le parecería si sus hombres hiciesen eso con usted?.
—Si les diese ordenes suicidas sería comprensible pero nadie me acusó de eso.
—No, señor Kaplan. Lo que ocurrió después es otra historia. De eso se trata. No es sólo que sus hombres no le acusen, es que sus superiores tampoco lo hagan. «Oh, capitán Kaplan, le hemos desobedecido pero nos fue bien». ¿Le parecería correcto?. Usted está declarando abiertamente que desobedeció a su antojo cuando le vino en gana.
—En ese caso…
—No hay «ese caso», señor Kaplan. La jerarquía militar tiene un orden que no es cuestionable. Usted debía de obedecer a su superior. ¿Acaso creía que la cadena de mando sólo va desde usted hacia abajo?. No puede decidir cuando obedece y cuando no. ¿Quién se cree que es?.
—Protesto, señoría. ¿Cuál es la pregunta del fiscal?.
—No hay más preguntas, señoría.
Ahora mismo odiaría a Ford si no supiera que sólo está haciendo su trabajo.
Después de Kaplan, salen los demás testigos nuestros y la cosa va en la misma línea. Sus testimonios son contundentes pero la forma en la que Ford los corta para centrarse sólo en el origen; en la desobediencia, también es contundente. Su trabajo es admirable, no lo puedo negar.
El juez declara un pequeño receso antes de que hagamos nuestros alegatos finales.
Los testigos también están en los pasillos pero no es correcto que nos mezclemos con ellos, aún ahora.
—Señor Lee, sinceramente, ¿cómo ve el caso?. ¿Tenemos posibilidades reales? —me pregunta la señora Tessio.
—Claro que sí, las tenemos. Pero no lo tenemos ganado; no está fácil. Piense que el tribunal no tiene la misma perspectiva del caso que nosotros. Los argumentos de Harrington son más débiles pero tiene a Ford. Ya ha visto como es, implacable. Sería capaz de sembrar dudas sobre el mismísimo niño Jesús en el pesebre. No sabría decirle, la verdad, pero creo que al cincuenta cincuenta.
Me acerco hasta una fuente que hay en el pasillo a beber un poco de agua y, mientras lo hago, escucho una voz detrás de mi, casi en susurros.
—No me mire. Mayor Lee, no me mire, escúcheme.
Termino y cojo un papel del maletín para que parezca que lo estoy revisando. Por el rabillo del ojo veo a un hombre agachado, haciendo como que se ata un zapato. Reconozco la voz de Grant.
—Llámeme al estrado de nuevo. Cambiaré mi declaración. Hágalo.
Se va y yo vuelvo al lado de los Tessio.
—¿Va todo bien? —me pregunta la señora Tessio. Ha notado algo en mí.
Sólo soy capaz de asentir con la cabeza inexpresivamente ante su pregunta. En sólo unos instantes, un enjambre de dudas, de preguntas y respuestas, se apoderan de mi mente. No conozco a Grant como para confiar en él tan fácilmente. Esto podría ser una treta de la fiscalía pero por más que lo pienso, no le veo salida. No tienen nada más que nos pueda perjudicar. Además, les haría quedar peor a ellos una jugada tan fea. No es propio de Ford, es muy correcto y profesional. Además, recuerdo haber notado en Grant sorpresa ante muchos de los hechos sobre los que le pregunté. No puede ser una treta. Me arriesgaré.
En unos pocos minutos que me parecieron segundos, las puertas de la sala se vuelven a abrir para reiniciar la sesión.
Antes de que el juez dé paso a los alegatos finales, me adelanto para hacer mi petición. Con lo poco que sé de su motivación para esto, tendré que usar una buena dosis de inventiva.
—Señoría, quisiera pedir permiso para volver a llamar al estrado al teniente coronel Jefferson Grant. El testigo ha solicitado modificar su declaración.
—¿Por qué motivo?.
—El testigo, durante su declaración, ha escuchado pruebas que desconocía pero que considera cruciales para su percepción de lo ocurrido ese día.
—¿Tiene la fiscalía alguna objeción? —pregunta el juez.
—Señoría —dice Ford enérgicamente—, si el testigo no va a aportar nuevas pruebas más allá de su percepción de los hechos, es palmariamente irrelevante que vuelva a declarar. La fiscalía se opone.
—Señoría —insisto yo con la misma intensidad que Ford—, si el testigo, que fue uno de los principales involucrados, desconocía algunos de los hechos, tiene el mismo valor que si se hubieran presentado nuevas pruebas. A falta del teniente primero Tessio, que desgraciadamente no puede estar aquí para defenderse, los que participaron en aquella batalla es lo más cercano que tenemos a él.
—¿Y por qué no lo hizo mientras estaba en el estrado? —dice Ford elevando el tono de una forma que no conocía en él.
—Por motivos obvios —replico yo—. El testigo ha ido escuchando los hechos que desconocía durante su declaración e inmediatamente al terminar ha sido retirado del estrado. Entonces ha podido reflexionar sobre lo que para él son nuevas pruebas. Además, era el principal testigo de la otra parte. ¿Acaso era tan importante cuando iba en favor de la fiscalía pero es irrelevante ahora que puede ir en su contra? —digo mirando con severidad hacia Ford, que está poniéndose rojo de ira, seguramente tanto como yo.
—Relájense, caballeros —dice el juez. Duda unos instantes.
—Petición aceptada. Por favor, traigan al testigo.
Grant vuelve al estrado y el juez me otorga la palabra.
—Bien, teniente coronel Grant. ¿Qué es lo que quiere añadir a su testimonio?.
—Con permiso, señoría, antes de nada —dice girándose un instante hacia el juez—, quiero dejar constancia de que todo lo que he declarado aquí es cierto, pero después de conocer todas las pruebas sobre las que se me ha preguntado, he visto que mi declaración estaba sesgada por el desconocimiento. Con lo que sé ahora, no considero que este sea un caso al uso de desobediencia y que el entonces coronel Harrington, actuó movido por extraños y desconcertantes motivos personales y no por la responsabilidad del rango que ostentaba, y lo que hizo después de aquella batalla, confirma el argumento que sostiene la parte de la defensa. No defiendo de ningún modo la desobediencia pero ahora veo que hay casos extraordinarios en los que ésta puede estar totalmente justificada. Por este mismo motivo, creo que si el teniente primero Tessio no hubiera desobedecido, en vista de que no había ninguna otra estrategia, las ordenes de aquél día habrían producido centenares o miles de bajas en nuestras filas y se actuó responsablemente para evitar un caso flagrante y desastroso de incompetencia por un alto mando. La organización y la táctica empleada demuestran que Tessio actuó intencionadamente para evitar lo que sería una masacre de muchas unidades, es decir, en favor de su ejército y de su país.
En lo que a mi respecta, le habría dejado hablar una hora entera sin interrumpirle. Ford se ha visto sorprendido. A pesar de que, después de la declaración de Grant, ha hecho un contrataque medianamente digno dadas las circunstancias, fue notablemente más débil y desarmado que durante el resto del juicio.
Hacemos nuestros alegatos finales y el juez declara un receso mientras los miembros del tribunal se retiran a deliberar.
—¡Madre mía, menuda sorpresa! —exclama la señora Tessio al salir, con una emocionada sonrisa.
—Con eso ganaremos, ¿verdad, señor Lee? —añade Tommy.
—Ha sido algo sorprendentemente bueno; eso es cierto y nos pone en cabeza pero no es un jaque mate. La jerarquía militar es como los diez mandamientos y tendrá mucho peso en las deliberaciones. Él único debate que estarán teniendo ahora los del tribunal es sobre el temor a que darle la razón a su marido pueda sentar un peligroso precedente. Es lo único que podría quitarnos la victoria. Seamos prudentes.
No quiero ser un aguafiestas pero en realidad es cierto. En un juicio civil tendríamos el caso ganado pero siendo un tribunal militar, la jerarquía es algo que pesa mucho. No me gustaría que se hagan falsas esperanzas.
Aproximadamente una hora y media después, se nos anuncia que el tribunal ha tomado una decisión y debemos volver a la sala para escuchar la sentencia.
—¡En pie! —anuncia un auxiliar.
El juez lee el veredicto del tribunal.
—En el caso del teniente primero Tomás Tessio, el tribunal ha considerado las pruebas y testimonios presentados. Por el cargo de desobediencia, el tribunal encuentra al acusado, inocente.
Estas palabras resuenan como un martillo en la sala. La señora Tessio está con los ojos fuertemente cerrados y agarrando con ambas manos, con mucha intensidad, una chaqueta que tiene sobre su regazo. El pequeño Tommy está boquiabierto, inmóvil y con los ojos como platos. Pero el juez no ha terminado.
—Quiero añadir que se me ha helado la sangre escuchando este caso y me enorgullezco de que, al igual que la cadena de mando es algo inquebrantable, existe la justicia militar para esclarecer casos extraordinarios como este, en el que quedó demostrado que un alto mando que debería de velar por sus hombres, los puso en un injustificado riesgo de muerte y actuó de manera siniestra para encarcelar a un héroe de guerra que además, terminó de forma trágica. Personalmente tomaré la iniciativa para promover una investigación sobre esos hechos para que se pueda actuar en consecuencia y mantener los más altos estándares de liderazgo en nuestras fuerzas armadas.
En la sala de los testigos de la defensa, ajenos a lo que ocurre, estamos riendo a carcajada limpia.
—¿Y recuerdas a D’Angelo?. ¿Cómo era?, Tim, Jim, no recuerdo.
—¡Sí! —contesta Anderson—, ¿el que gritaba a los prisioneros?.
—Sí. Se ponía todo serio, gritándoles como un energúmeno frases de Bugs Bunny o de Elmer Fudd. Y los nazis, que no entendían ni papa, muertos de miedo, pensando que les estaba dando una orden que no entendían. ¿Cómo era aquella de Mighty Mouse?. «¡Aquí vengo yo a salvar el día…!».
Entre las carcajadas, ni nos enteramos de que un auxiliar abrió la puerta hasta que habló.
—Caballeros. Se ha dictado sentencia y la audiencia ha concluido. Pueden abandonar la sala.
Me reúno con Rett y los Tessio ya fuera del edificio, cerca del soleado y caluroso aparcamiento, y me cuentan todo lo ocurrido. Es muy emocionante. Veo a Harrington entrar a toda prisa en un coche y marcharse de allí como una exhalación.
Por un lado se ha hecho merecida justicia por Tom Tessio. Los chicos y yo iniciaremos inmediatamente las gestiones necesarias hasta conseguir que le otorguen la Estrella de Plata de forma póstuma. Por otro lado, Harrington ha sido humillado igual de merecidamente. No sé cómo concluirán las investigaciones sobre su actuación de aquél día; lo que me importa es que ahora todo el mundo sabe cómo es, y más importante aún, tendrá que vivir con eso toda su vida.
Tengo algo para Tommy.
—Tommy, ¿recuerdas aquél día que llegasteis a mi casa arrasando las coles, y por poco a mi también, después de recorrer medio país, hace ya más de un año? —le digo mientras sonreímos—. Acababas de iniciar tu misión y hoy esa misión ha terminado y ha sido un éxito justo y rotundo. Tu padre, ahí arriba, estará orgulloso de lo que has conseguido. Quiero hacerte entrega de esto. Es una Moneda de Desafío. Es una tradición militar que se entrega para reconocer un servicio distinguido y es un símbolo muy fuerte de pertenencia a una unidad.
Doy dos pasos atrás y me cuadro ante él, a lo que Anderson, Collins y Lee me siguen, y le hacemos solemnemente el saludo militar. Grant, que nos ha visto, se acerca y se suma al saludo.
La señora Tessio se tapa la boca con la mano para contener la emoción.
El pequeño Tommy también se cuadra y nos devuelve el saludo.

(Imagen: IA y Luis Polo)
FIN
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Notas:
- El handie-talkie (SCR-536) era una radio portátil de corto alcance (poco más de una milla en condiciones óptimas, por eso Ricardo debe acercarse para comunicarse con Tessio). Era más pequeña y manejable que el walkie-talkie (SCR-300), que a diferencia del handie funcionaba con un maletín de comunicación que se llevaba a la espalda. Se usaba generalmente para la comunicación entre pelotones o compañías cercanas. Con el tiempo, el aparatoso walkie irá evolucionando a sistemas de comunicación más avanzados, hoy conocidos como equipos SDR, y el handie acabará adoptando el nombre del otro. Lo que hoy conocemos como walkie-talkie, era originalmente un handie-talkie. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- Este es un hecho cierto e histórico. Existen informes sobre tropas recién llegadas que huían despavoridas sin iniciar batalla al ver acercarse un tanque Tiger, ya fuera el I o el II, que eran ciertamente imponentes. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- Blitzkrieg, o guerra relámpago, era una táctica militar utilizada por el ejército de la Alemania nazi que consistía en ofensivas muy rápidas y sorpresivas que concentraban todo el poder destructor en lugares muy específicos con la intención de eliminar cualquier opción defensiva. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎