Esta historia que te voy a contar transcurre a lo largo de tres años que fueron para mi muy difíciles, durante los cuales enviudé y mi vida dio un giro completo. Verás que no fue mi mejor momento por motivos obvios pero echando la vista atrás, creó que las decisiones que tomé fueron buenas y me ayudaron a salir adelante con fortaleza y dignidad. Intentaré resumírtelo omitiendo los detalles de menor importancia.
Margaret
En el verano de 1949, cuando Teresa y yo aún vivíamos en California, en una de nuestras estancias trimestrales en el rancho familiar de Jack Pine, en Wyoming, Juan, padre y yo estábamos encaramados a la cerca observando los caballos salvajes recién llegados.
Desde el primer momento los tres fijamos nuestra atención en un potro mustango palomino que debía de rondar los treinta meses. Y no era para menos; tenías que haberlo visto.
Tenía un porte que lo diferenciaba de los demás; estaba perfectamente musculado, se movía con una elegancia excepcional y galopaba con la facilidad de un auténtico corredor. Hacía mucho tiempo que no veíamos un ejemplar como ese.
—¿Quién se atreve con él? —dijo Juan.
—Yo lo domaré; ese potro es para mi —contestó padre.
—Un momento pa, ambos tienen caballos jóvenes y el mío ya está muy mayor, —le dije yo— y además, no se lo tome a mal pero ese ejemplar quizá requiera de unas dotes que ninguno de los tres tenemos. Deberíamos de llamar a Ned.
—Que tú no te atrevas con él no es motivo para que pienses lo mismo de los demás pero está bien, para que no te preocupes de tu anciano padre —dijo esto con énfasis—, se lo pediremos a Ned.
Juan y yo nos miramos conteniendo la sonrisa.

(Personaje 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo)
Padre sabía que no podría con semejante ejemplar pero él es así. A pesar de ser un hombre muy familiar y de desbordar bondad y generosidad, tiene una manera de relacionarse muy artificialmente abrupta. Es de esas personas que se pueden enfadar cuarenta veces al día pero de una forma muy teatral y cómica.
Recuerdo que antes de marcharme a Los Angeles a estudiar, cuando había tensión en casa por cualquier motivo, se enfadaba por cosas insignificantes y al minuto estábamos los tres riendo por sus maneras. Lo hacía a propósito. Es la única persona que conocí en mi vida que utiliza la ira como método diplomático.
Ned es uno de los hombres a los que pa contrata para que nos ayuden con las domas cuando traemos ejemplares nuevos. Es conocido en todo el estado por su experiencia. Tiene un don natural capaz de domesticar a la peor bestia.
Pues al siguiente trimestre, la misma mañana en que llegamos al rancho, Ned me dice que en un par de días padre ya podría subirse al mustango, para probar cómo lo acepta, aunque está preocupado. Nunca había tenido que dedicarle tanto tiempo a un caballo porque asegura que este no es como los demás; que es la primera vez que no termina de confiar en un animal. De hecho me dijo que era un caballo con la personalidad de un gato. En palabras de cualquier otro parecería que es una broma pero en boca de Ned hace que te preocupes.
Dos días después, un poco antes del almuerzo, padre decide que ese era el mejor momento del día para probarlo.
Todos nos acercamos para ver el acontecimiento. Juan, Teresa y yo apostamos a escondidas por el tiempo que tardará en acabar tirado en el suelo mientras pa nos mira de reojo y ma hace como que mira para otro lado disimulando la sonrisa.
Padre es un excelente jinete pero mide 6,3 pies y pesa alrededor de 230 libras [pulsa el 1 para ver nota]1. No todos los caballos lo aceptan (especialmente los más listos) y le acaban escapando o tirándolo al suelo. Por algún motivo, pa no termina de ser consciente de su tamaño.
Cuando nos acercamos, Ned todavía lo está montando en el cercado y debo decir que era un espectáculo ver trotar a ese animal. Ned tampoco es un hombre al que se le pueda llamar pequeño y sin embargo, el caballo trota con una agilidad como si no llevara a nadie encima.
Quizá haya perdido la apuesta, pienso yo.
Después de tantos años de matrimonio, madre se ha convertido en una experta a la hora de tratar a pa y ha aprendido que la mejor forma de que su relación siga como el primer día, es pagándole con su misma moneda. Pero como no sabe fingir la ira, le paga con sarcasmo.
Antes de entrar en el cercado, ma se acerca a él y con cara de serena felicidad, se despide como si fuera la última vez, agradeciéndole tantos años de matrimonio, cosa que Teresa, Juan y yo aprovechamos para hacer también, fingiendo solemnidad, mientras pa refunfuña, aunque sé que disfruta del momento tanto como nosotros.
Cuando entraba en el cercado, Ned acababa de desmontar y el caballo gira la cabeza hacia padre, mirándolo fijamente mientras se acercaba.
Ned le entrega las riendas y en el momento en que levanta la pierna para calzar el estribo, el caballo avanza un par de pasos hacia delante, haciendo tambalear a padre.
Con la decisión de quien se siente observado, tensa fuertemente las riendas de forma que el caballo no pueda avanzar, vuelve a levantar la pierna y el caballo repite la misma acción pero hacia atrás.
—¡Por todos los demonios, Ned!. ¡Este caballo aún no está preparado! —dice pa.
Mientras tanto, Ned, sin mediar palabra, se coloca en el lado opuesto del animal y lo sujeta con fuerza, con una mano en la carrillera y otra en las guarniciones de la silla.
—Pruebe ahora señor Kaplan —le dice Ned.
Padre por fin encaja el pie en el estribo y monta.
Llegados a este momento, parecería que hasta las moscas estaban expectantes porque se hizo un silencio sepulcral.
Pa espoleó y chasqueó varias veces la lengua sin resultado y entonces voceó a pleno pulmón:—¡Jia!.
El caballo permanece inmóvil, como una estatua.
Entonces lo vuelve a espolear con fuerza a la vez que grita con todas sus fuerzas.
—¡Jiaaa, Jiaaa! —a lo que el caballo responde con la más absoluta indiferencia; inmóvil y con la cabeza bien alta.
Mientras se baja del caballo con ostensible agresividad, la cara de pa está más roja que los tomates del huerto mientras Ned, con la excusa de ajustar las cinchas, esconde la cara al otro lado de la silla para que pa no le vea reír.
Mientras camina hacia fuera del cercado y creyendo que ya recuperó su color natural, padre levanta rápidamente la cabeza para ver si alguno de nosotros está riendo, tan de sorpresa que ninguno sabe en qué otro lugar fijar la vista, mientras carraspeamos nerviosamente. Es una situación tan violenta como cómica, ¿sabes a lo que me refiero?.
Entonces fija su vista en mi.
—¿No lo querías para ti?, pues todo tuyo.
Debo decir que mientras camino hacia tan peculiar potro, nunca me sentí tan inseguro.
El animal me echa un vistazo rápido y sigue a lo suyo. Entonces calzo el estribo con bastante incertidumbre por si me la juega pero no hace nada y me subo sin dificultad. Apenas con un pequeño gesto, el caballo empieza a trotar y al par de vueltas, lo azuzo para que galope.
El potro corría como si no tocara el suelo. Tuve la misma sensación emocionante que la primera vez que monté. Entonces ya no dudé que ese caballo sería para mi. En los pocos minutos que estuve dentro del cercado llegué a olvidar la situación anterior con padre.

(Personajes 3D: Luis Polo / Imagen de fondo: IA y Luis Polo)
Cuando desmonto, pa mira al animal con evidente rencor y dice en un tono un tanto agresivo:
—Este caballo es mentalmente impredecible y caprichoso, si es que no tiene al demonio dentro. ¡Se llamará Margaret!.
Te aseguro que ese no es el pensamiento real de pa hacia las mujeres; esa reacción me hace ver que esta vez está molesto de verdad y no lo supo afrontar. De cualquier forma, así decidió vengarse de un caballo que tendrá que vivir toda su vida con nombre de mujer.
Tren a Flagstaff
En Abril del 52, algo más de un año después del fatal accidente por el que me quedé viudo, durante varios meses estuve planeando, en memoria de Teresa, el viaje que ambos queríamos hacer al Gran Cañón. Pensaba que, estuviera donde estuviera, me daría un puntapié si no lo hiciera.
Tras dejar mi trabajo en el bufete de Los Ángeles y volver a Wyoming, la construcción de mi nueva casa, cerca de la de mis padres, está bastante avanzada pero no quiero esperar a terminarla; tampoco tengo prisa.
Juan y yo decidimos fundar una empresa dedicada a la guía e instrucción de caza y pesca enfocada a los turistas de ciudad. Haber forjado muchos contactos en la costa oeste es de mucha ayuda para empezar y además, también será de ayuda para nuestra pequeña comunidad.
Creo que ese es el mejor mes para hacer el viaje. Los rigores del invierno que castigan la Meseta del Colorado ya están remitiendo y las temperaturas extremas del verano aún tardarán en llegar.
Margaret resulta en un caballo excepcional, como esperamos casi todos. Es cierto que tiene una personalidad muy peculiar; a veces es incomprensiblemente caprichoso y terco pero el resto del tiempo, es el mejor caballo que tuve en mi vida y estoy deseando emprender esa aventura a lomos de tan formidable animal.
A media tarde de aquél día, ma me invitó a tomar una limonada en la cocina. Al día siguiente debo de estar en la estación Burlington, en Casper, para coger el tren a Flagstaff, desde donde empezaré mi aventura.
No sé qué tienen las cocinas que la luz del atardecer entra en ellas de una forma diferente a cualquier otra habitación, haciéndolas más acogedoras y relajantes; no sé si tú también tienes esa sensación.
—Deberemos acostarnos muy pronto para salir poco después de la media noche —le digo, ya sentados a la mesa.
—Os dejaré suficiente café y bollos para el camino pero por favor, hijo, obliga a tu padre a ir tranquilo y a parar a descansar a medio camino. A ti te hace caso. Luego, son muchas millas de vuelta él solo —me dice mientras manosea el vaso de forma nerviosa.
—Sólo a veces —le digo sonriendo—, pero lo haré, estese tranquila. Ya sabe que a mi tampoco me gustan las prisas. Le insistiré en que pare a dormir un poco después de que salga el tren. No cuente con él antes del atardecer.
Padre está en unas facultades envidiables para su edad pero no tanto como él cree.
—Con el nuevo Willys se emociona muchísimo conduciendo —dice ella arqueando las cejas de forma exagerada—. El otro día que fuimos a Jackson parecía que estaba echando una carrera; creo que estaba intentado ver hasta donde era capaz de salpicar el agua de los charcos que pisaba evidentemente a propósito. Tuve que llamarle la atención como a un niño. ¿Iréis por la 26?.
—Sí, iremos al norte hasta Moran y cogeremos la 26 hasta Casper. Vamos con tiempo de sobra y el remolque de Margaret no le permitirá pasarse de la raya por lo que puede estar tranquila.
—De todas formas, me despertaré con vosotros. Anda, vete a dormir.
Son las doce y veinticinco de la madrugada del lunes 14 de Abril de 1952 y ya está todo listo para salir. El cielo está despejado y la luna brilla con fuerza.
Ya está remitiendo la nieve del invierno pero en Abril las noches siguen siendo muy frías y aún se ven mantos blancos por muchas zonas, especialmente las más umbrías. El mercurio marca 23°F [pulsa el 2 para ver nota]2.
Con el cielo limpio y despejado las estrellas brillan con una fuerza que es digna de admirar, y junto con la luz de la luna hacen que puedas ver por donde pisas sin la necesidad de la luz artificial. Es una de tantas cosas que he empezado a volver a valorar desde que volví de Los Angeles.
Tenemos algo más de 300 millas de recorrido por delante con un par de paradas de descanso [pulsa el 3 para ver nota]3. No veremos salir el sol antes de atravesar la Reserva Wind River.
Pasadas las diez, a la hora prevista, llegamos a Casper. El tren sale a la una de la tarde y tenemos tiempo para estirar las piernas.
Pa quiere buscar una librería para comprar un libro sobre hidrología. El sistema de abastecimiento del rancho lo hizo su padre pero no está diseñado para las necesidades actuales y se está quedando obsoleto; habrá que remodelarlo.
Una hora después, con el libro ya comprado y tras un pequeño paseo, nos sentamos al sol a descansar. No estamos acostumbrados a pasar tantas horas conduciendo y además, habiendo pasado toda la noche despiertos y con el sol ya calentando, la somnolencia comienza a campar a sus anchas.
—Padre, debería echar una buena siesta antes de salir. Le queda mucho recorrido de vuelta.
—Sí, lo haré —me dice él—. Los párpados me pesan un quintal. Compraré algo de comer y moveré la camioneta a un lugar más tranquilo. Quizá también pare en la reserva para visitar a Carlos. ¿Cuándo crees que estarás de vuelta?.
—Si para en casa de Carlos, llame a ma para que se quede tranquila, por favor —le digo yo—. Para el viaje he calculado un mínimo de 700 millas para unos 25 días de recorrido [pulsa el 4 para ver nota]4; quizá un mes. De todas formas, os enviaré cartas y os llamaré siempre que pase por una población para que estéis informados.
—Recuerdo las radios portátiles que usábamos en la guerra —añadí después—. Seguro que pronto alguien inventará una pequeña radio fácil de guardar con la que nos podamos comunicar con cualquier persona, estemos donde estemos.
Luego, nos quedamos un buen rato en silencio. A pesar de mis años en la costa oeste no he perdido el carácter de las montañas, de hablar sólo cuando tengo algo que decir y de disfrutar de la compañía aunque sea en silencio.
Con las primeras luces del 16 de Abril llegamos a Flagstaff. Fue un viaje muy cansado, con varios transbordos de trenes que alteraron nuestro sueño.
Busco un sitio donde Margaret pueda descansar tranquilamente y desasosegarse durante todo el día para que recupere fuerzas. A mi también me vendrá bien dormir una noche en una cama cómoda y darme un último baño en condiciones.
Antes del alba del día 17, todos lo hatillos están asegurados a la silla. El macuto que he guardado de la guerra me dará un buen servicio.
Con el frescor de la mañana, la emoción me embarga por la incertidumbre de los acontecimientos que deparará la expedición que en ese momento comenzamos.
Continuará
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- 6,3 pies son equivalentes a 192 centímetros. 230 libras son equivalentes a poco más de 104 kilos. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- 23°F son equivalentes a -5°C. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- 300 millas terrestres son equivalentes a algo menos de 483 kilómetros. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
- 700 millas terrestres son equivalentes a 1.126,5 kilómetros. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎
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Capítulo publicado originalmente en Lobo Tactical el 17 de Septiembre de 2019
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