Viaje al Gran Cañón. Capítulo 9 - Descansando y disfrutando del paisaje en el Monte Wilson

Gran Cañón. Capítulo 9

Un Nuevo Comienzo

Esa mañana, en el motel de las afueras de Boulder, aunque dormí mis horas habituales, unas siete y media aproximadamente, me desperté con la sensación de haber descansado como hacía mucho que no descansaba. Fresco y vigoroso como si fuera el primer día de viaje.

Era muy temprano y estaba a apenas veinte minutos de la presa Hoover por lo que me tomé mi tiempo para desayunar y leer algún periódico, y terminar de escribir y entregar algunas cartas para el correo, mientras esperaba a que el sol empezara a salir. No quería perderme una buena vista de la presa.

Me puse al día sobre las noticias y una gran parte del país estaba muy ilusionada porque confíaban en que, en cuanto terminara el mandato de Truman a finales de ese año, el próximo presidente sería Eisenhower. Se ganó una enorme reputación con su gestión de la guerra, apoyada por el enorme optimismo que generó su fin.

Personalmente no creo que Truman haya sido un grandioso presidente pero tampoco creo que haya sido malo, y no creo que se merezca el desprecio al que estaba siendo sometido. Incluso creo que ese desprecio se debía simplemente a su aspecto. Por otro lado, yo no soy partidario de la idea de poner a un militar al frente de una democracia pero pensaba que quizá Eisenhower podría hacer cosas buenas; tiene un carácter templado y pragmático, y es un hombre muy inteligente. Apenas hacía siete años que los que estuvimos en el frente le admirábamos y respetábamos como líder pero no es lo mismo dirigir a los ejércitos que dirigir un país.

El interés por la política es mucho mayor en las ciudades que en el campo. Mientras estuve en Los Ángeles tuve que ponerme al día sobre ella porque era un tema de conversación habitual y he seguido con esa costumbre pero, aunque sí me interesan las noticias de carácter general, mi interés por la política no ha conseguido despertar. Me cuesta mucho fiarme de alguien que ansía poder sobre la población. No desprecio a los políticos, por lo menos en su mayoría, pero ha habido muy pocos que se hayan ganado mi respeto.


Ya en la presa, con las primeras luces del día, la vista es realmente espectacular. Es una obra de ingeniería colosal e imponente. Su construcción no sólo es de admirar para la vista y por su utilidad, además ha ayudado a salir adelante a muchas familias tras la Gran Depresión.

Se me hacía evidente que mi estado de ánimo había cambiado radicalmente desde el día anterior en Boulder. No ya en lo que respecta a lo que va de viaje si no a todo este último año, que fue el más largo y difícil de mi vida. Sentía como si hubiera dormido una semana entera y me hubiera recuperado de una larga enfermedad. El día anterior un rencor muy grande me abandonó como el humo de aquella maldita bomba que vimos. Me di cuenta de lo desagradecido que fui con mis padres y con Juan desde que volví a Jack Pine, a los que siempre oculté mi pesar y muchas veces, por ese motivo, no fui amable ni justo con ellos, que intentaron ayudarme de la mejor forma que pudieron.

No me reconozco viéndome en el acontecimiento de Phantom Ranch. Sé que siempre habría actuado igualmente para detener una situación como aquélla pero no con esas formas; no por lo menos como el primer y único recurso. Nunca he sido así salvo en la guerra, por circunstancias obviamente justificadas. No sé qué habría pasado si aquél hombre de las cabañas hubiera vuelto a pegar a su mujer delante de mi o se me hubiera enfrentado cuando me abalanzaba sobre él. Prefiero no pensar en lo que habría pasado. Es una sensación muy oscura que en ese momento sentía dentro de mi, y de alguna forma ya era consciente de tenerla aunque no aflorara, pero ya no la sentía.

Siempre me he enfrentado a todos los problemas que me he encontrado en mi camino; me parece un acto de cobardía no hacerlo. No soy de los que mira para otro lado cuando aparecen y luego ya se buscará una solución para ir parcheando las cosas. Sin embargo también me di cuenta de que hay ciertos problemas que por más que quieras, no encuentras la forma correcta de enfrentarte a ellos y en vez de arreglarlos, los empeoras. Quizá no haya sido justo, por ignorancia, al juzgar a otras personas en su forma de afrontar sus problemas.

Me gustó mucho ver la presa y me tomé mi tiempo para estar allí y disfrutar de la vista, y también para hacer un balance de la primera etapa del viaje, que aunque fue la primera mitad, es mucho más larga de lo que será la segunda, ya que ésta transcurre por zonas en general más llanas y con muchos menos rodeos. Hay menos para ver en este lado del rio y también, por eso, tendré muchas menos cosas que contarte sobre él.

Además, al cruzar el río volví a entrar otra vez en el estado de Arizona; esa vez el cambio de huso horario no fue un problema.

El próximo punto de referencia que tenía marcado en las rutas que tracé es Grand Canyon Chapel. En línea recta me daría de bruces con el Monte Wilson, que estaba lo suficientemente cerca como para verlo claramente a los pocos minutos de dejar atrás la presa y volver a la meseta.

Como me sentía descansado y animado, y me adapté sin el menor problema al ritmo de Margaret, que es excepcional, pero no lo forcé en ningún momento para que se mantenga fresco, por ese motivo, en vez de rodear el monte decidí que lo cruzaríamos por encima, a modo de reto, ya que no es muy alto y no parecía difícil. El único enemigo era la temperatura.

Nos daría tiempo a superarlo de sobra antes del mediodía. Para la hora que era ya estaba haciendo demasiado calor y apenas sin viento. Temía que las horas centrales del día serán abrasadoras.


Superamos el Monte Wilson sin mayor dificultad. Es un monte pequeño pero el sol apretaba muy fuerte y con viento en calma, por lo que en el ascenso decidí ir a pie para no cargar a Margaret en exceso. Él tampoco está acostumbrado a esas temperaturas tan altas.

Al pasar a la cara este del monte, pienso que será un lugar perfecto para descansar, hacer el tiempo y comer. Calculo que en un par de horas el monte proyectará hacia este lado las únicas sombras que veremos en todo lo que resta de día.

Viaje al Gran Cañón. Capítulo 9 - Descansando y disfrutando del paisaje en el Monte Wilson
Descansando apaciblemente en el monte Wilson
(Personaje 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo)

Llevo un pequeño termómetro que no es muy fiable porque siempre lo llevo muy cerca de mi cuerpo o del de Margaret; sólo me sirve cuando estamos acampados y no hay sol.

Cuando se empiezan a proyectar las primeras sombras le busco un buen lugar y lo dejo ahí durante todo el tiempo que estamos. Se detiene en algo más de 93°F [pulsa el 1 para ver nota]1 y ahí se queda durante toda nuestra parada. No es que no conozca esta temperatura; en Los Ángeles no es raro y en Wyoming, algún día de mitad de verano se puede acercar ligeramente. Sin embargo aquí, ni habrá sombra en la que resguardarse, ni vegetación, ni arroyos que refresquen, y la eterna arenisca roja que se ve en todo el horizonte, por más bella que sea, actúa como una gigantesca estufa. Sin embargo, creo que esta es la mejor forma de disfrutar de ese lugar, con sol y calor.

El lugar alrededor del monte es de una belleza espectacular, con areniscas de diferentes tonalidades, entre el amarillo y el rojo. A lo lejos se ve venir un manto de finas nubes que posiblemente nos ayuden en la jornada de tarde. Y mientras tanto, allí a la sombra, descansando, relajado y con el estómago lleno, se estaba de maravilla.

Con las últimas luces del día, a pesar de haber hecho una parada muy larga, avanzamos mucho. El terreno es muy llano y de buena pisada y finalmente, el manto de nubes nos acompañó en buena parte del camino. En esa zona es muy fácil encontrar un lugar para acampar.

La Venganza

Por la noche hizo muy buena temperatura y pude dormir al raso, sin necesidad de montar la tienda. Es algo que me encanta. Sin embargo, al levantarme por la mañana no veo a Margaret.

No es raro porque muchas veces, cuando se despierta se aleja un poco para buscar algo de hierba o algún buen matorral que mordisquear. Cuando cae rocío le ayuda a refrescarse a la vez que come y acaba alejándose un poco. Pero me incorporo y sigo sin verlo.

Empiezo a otear los alrededores, cada vez con más detenimiento pero nada; hay muy buena visibilidad en todas direcciones y no lo veo. Me empiezo a preocupar.

Veo claramente las huellas donde ha pasado la noche y cómo comienzan a caminar en dirección sur pero enseguida desaparecen. La arenisca en un suelo tan duro como ese, con una ligera brisa que hay lo tapa todo y no hay forma de seguir un rastro.

No sé qué hacer, la situación es más preocupante de lo que me parece en un primer momento. Existe la posibilidad de que lo hayan robado pero me extraña mucho en Margaret; sé que me despertaría en cuanto sintiera acercarse a alguien desconocido.

Sea por el motivo que sea, no está. En dirección sur no hay absolutamente nada en cientos de millas. Al norte y al este está el río. También al este está la Reserva India Hualapai pero estará a unas imposibles sesenta millas. Volver en dirección a Boulder es lo más lógico en esa situación pero es una distancia difícilmente abarcable a pie en este lugar; unas treinta millas de desierto y calor, con la salvedad de que un poco después de pasar el Monte Wilson en el que había estado el día anterior al mediodía, está la carretera que lleva a la ciudad. Llegar a ella es mi mejor opción.

Viaje al Gran Cañón. Capítulo 9 - Venganza. Cuando me despierto, mi caballo, Margaret no está por ninguna parte
No veo a Margaret por ninguna parte (Personaje 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo)

Pensarlo durante más tiempo no cambiará la situación por lo que me pongo a organizar la salida. Dejo la silla de montar y las alforjas allí, y quito del petate todo lo que no sea absolutamente necesario. Dejo para el camino pensar en las consecuencias de todo eso.

Cuando inicio la marcha, distingo en una lejana loma el polvo que levanta el trote de un caballo viniendo hacia aquí. Aunque está lo suficientemente lejos como para no poder distinguirlo, la dirección tan precisa que lleva hacia mi me quita cualquier duda de que es el maldito caballo al que en ese momento, viendo que se fue por voluntad propia, tengo ganas de retorcerle el pescuezo. Con total motivo y justificación.

Cuando se va acercando, cambia el galope por un paso ligero muy extraño en él; muy altivo y sin mirarme directamente, con evidente desdén. Conozco a este caballo y esa forma de andar no es la suya; esos andares son fingidos.

Me está devolviendo mi despiste del río Kanab, cuando lo dejé ensillado toda la noche. Me ha guardado el rencor todos estos días con frialdad. En otro caballo no me lo podría creer pero en este sí. Es capaz de dar lo que no da ningún otro caballo, el problema es que es tanto para bien como para mal.

Seguiremos camino como si nada. Enfadarme con él no servirá porque tengo todas las de perder; allí dependía completamente de él. Casi podría asegurar que era perfectamente consciente de ello y me lo estaba dejando claro.

Lo del Kanab fue un despiste debido a una situación extrema pero lo suyo fue simple maldad premeditada, aunque está claro que no lo entiende igual. Parece que para él, en ese momento estábamos empatados. Tendría que andar con pies de plomo para que el señorito no se vuelva a ofender.

Continuará


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  1. 93°F son equivalentes a 34°C. Pulsa la siguiente flecha para volver a donde estabas. ↩︎

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Este capítulo fue publicado originalmente en Lobo Tactical el 10 de Agosto de 2020.


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