Old Faithful. Parte 2 - Autopsia en la morgue de Idaho Falls

Old Faithful. Parte 2

Completamente desconcertado al escuchar que esta misteriosa mujer es la viuda de Ben Henry, antes de saber como reaccionar, ella me habla apresuradamente.

—Escúcheme atentamente, por favor; no deben verle hablando conmigo. Vaya mañana a eso de las cinco de la tarde a esta dirección —dice mientras me ofrece una pequeña cuartilla plegada por la mitad.

Nota en mi cara un indisimulado gesto de desconfianza.

—No tiene de qué preocuparse. Tengo una información que le será de mucha ayuda para detener toda esta locura. Debo irme ya. Si le ven hablando conmigo tendrá un grave problema en este pueblo.

Sin decir más, dio media vuelta y se marchó caminando por el callejón para salir por el extremo opuesto. Mi mente está en plena ebullición de preguntas que no tienen respuesta. ¿Cómo sabe mi nombre?. ¿Cómo sabe que intento resolver este caso?. Si es quien dice ser, ¿por qué eligió hablar conmigo y no con los Rangers?.

Aunque su visión es inquietante, en realidad al escucharla hablar tan de cerca no vi más que a una anciana normal, sin nada amenazador ni sospechoso en ella. Utilizó la frase «detener toda esta locura» para referirse al caso, lo que podría denotar sensibilidad hacia lo que está viviendo este pueblo. Lo que sí tengo claro es que esta podría ser una gran oportunidad para avanzar y no la desaprovecharé.


Al fin entro en la cafetería. Es un lugar agradable y luminoso. Parece nuevo. Frank Sinatra canta «South of the Border» por el hilo musical mientras le pido al camarero un par de sandwiches de queso y jamón y me siento a una mesa.

Me parece escuchar voces en la calle pero no le doy importancia hasta el momento en que termina la canción y distingo lo suficiente como para oír que es una riña y hay alguien que dice a gritos «vuélvete a tu tierra». Inmediatamente se me viene a la cabeza Josías, que vendría aquí después de telefonear a Sally y me incorporo de forma tan violenta que a punto estoy de tirar la mesa al suelo.

—¡Discúlpeme, vuelvo enseguida! —le grito al camarero mientras salgo a la carrera.

Justo al salir, veo a poca distancia, calle arriba, a dos hombres jóvenes de unos veintipocos años intentando intimidar a Josías y me disparo hacia allí a todo lo que me dan las piernas.

Josías está en una postura claramente pacificadora. Levanta ligeramente las manos y los mira con la cabeza alta mientras le amenazan pero con gesto de cordialidad.

Uno de ellos me ve, hace un gesto a su amigo para marcharse y se aleja unos pasos pero el otro, más altanero y soberbio, le ignora.

Al llegar, me pongo entre Josías y él, muy cerca y mirándolo amenazadoramente a los ojos.

—Sois unos valientes, ¿eh? —le digo mientras me voy acercando tanto que mi pie golpea el suyo, momento en el que intenta empujarme con ambos brazos pero ya lo estaba esperando y aprovecho para darle un bofetón con la mano abierta en la mejilla tan certero que resuena contra las paredes de los edificios como un fuerte aplauso.

—¡Timmy, vámonos! —le grita el otro.

El tal Timmy se lleva inconscientemente la mano a la cara pero la retira rápidamente y me mira con una sonrisa chulesca y burlona, mostrando la lengua apretada contra el labio de abajo en un gesto repugnante, mientras empieza a caminar hacia su amigo. La diferencia de color entre una mejilla y la otra se hace evidente.

—Él no se está entrometiendo en nada —les digo señalando a Josías—.¿Está claro?. Yo sí. Si tenéis algún problema venid a hablar conmigo; estaré encantado de seguir con mi explicación.

—Lárguense de aquí. No se metan en nuestros asuntos —me contesta.

—Puede que me venga a vivir aquí —le contesto—. Me encantaría ser tu vecino de al lado.

Miro a Josías. Sé que está muy preocupado por enemistarse con gente del pueblo.

—No se preocupe; ya verá como todo esto se arregla de forma que no le perjudique. Ha hecho bien en no enfrentarse a ellos.

Él asiente pero en su gesto se hace evidente su preocupación. Quizá mi reacción no haya sido la más adecuada pero no soporto la soberbia y la chulería; es algo que me saca de mis casillas.

En la cafetería nos sentamos relajadamente durante media hora; tiempo que nos pidió el Ranger Thornhill antes de darnos alguna novedad. Nos vendrá bien. A estas horas hay muy pocos clientes y es un sitio agradable y tranquilo. Está siendo un día emocionalmente muy intenso.

Le cuento a Josías mi encuentro con la misteriosa mujer y acordamos, dada nuestra estrategia inicial, no contar nada a nadie, ni siquiera a los Rangers, hasta tener la certeza de que se puede sacar algo relevante de ese encuentro.

Después del tiempo acordado, salimos y nos dirigimos hasta la oficina. West Yellowstone no está dentro de los límites del parque por lo que esta es sólo una pequeña estancia para apenas un par de personas que utilizan sólo como control de acceso en los meses de más afluencia de turistas, en verano, por ser esta una de las principales puertas de entrada al Parque, que comienza justo en el momento en el que se sale del pueblo hacia el este. Esto implica, además, que los Rangers no tienen jurisdicción en el momento en el que entran en el pueblo.

Old Faithful. Parte 2 - Vista general del pueblo de West Yellowstone
Imagen: IA y Luis Polo

Ya en la pequeña oficina, Thornhill está visiblemente frustrado.

—El Sheriff de Gallatin no tiene ningún registro sobre Ron Yman, el hombre que encontró el cadáver —afirma, mientras se recuesta sobre el respaldo de la silla y resopla—. No tiene antecedentes. Ni una simple multa de tráfico. Todo en este caso es siempre lo mismo. Ninguna pista. Todo lleva siempre a callejones sin salida. Al final habrá que hacer lo que no quiero por nada del mundo. Llamar al FBI. Estando entre tres estados, ellos se podrán mover con total libertad por cualquier parte pero la gente se enfadará todavía más de lo que está cuando vea a unos cuantos encorbatados de ciudad haciendo preguntas sin la menor consideración.

—Ranger Thornhill —le digo pensando en mi encuentro con la viuda de Ben Henry—, por favor, deme sólo cuarenta y ocho horas. Si no hago avances significativos, desistiré. Al fin y al cabo no corre peligro la vida de nadie en los próximos nueve meses. Deme sólo un par de días.

—Eso me hace pensar que ya ha visto algo de lo que tirar —me dice— pero no me diga nada. No quiero saberlo hasta que tenga algo relevante. ¿Quiere cuarenta y ocho horas?. Todas suyas si eso nos sirve para avanzar. Pero, ¿de verdad ya ha encontrado algo en tan poco tiempo?. ¿En serio?.

—Más bien algo me ha encontrado a mi. Creo que es sólo por el hecho de no ser de aquí —le contesto—. Igual que hay gente que no le gusta que haya un forastero husmeando, quizá haya otra que es justo lo que necesitaba, o eso intuyo; es pronto para decirlo.

—Eso podría tener sentido. Espero que hayamos acertado en nuestra estrategia —contesta Thornhill—. Por cierto, hay otra cosa. Mañana a las nueve de la mañana el forense de Idaho Falls le hará la autopsia al cadáver de esa pobre muchacha. Si alguno de ustedes quiere acompañarme puede hacerlo. Aunque les advierto de que no se hagan ilusiones; mucho me temo que dará los mismos resultados que la de hace nueve meses, o sea, nada.

—Yo iré —contesto—. Josías, podría ser un buen momento para que se deje ver por el pueblo. Que le vean por ahí durante la mañana, ocioso; que vean que no está metido en el caso.

—Sí —contesta Josías—. Me parece una excelente idea tal y como están las cosas.

Acuerdo con el Ranger para ir con él mañana temprano hasta Idaho Falls, que está a unas dos horas en coche. Estamos a punto de salir por la puerta pero durante estos breves minutos que estuvimos en la oficina hay una cosa que no deja de rondarme la cabeza y me cuesta dejarla pasar.

—Ranger Thornhill, ¿han hablado con ese tal Ron Yman después de volver de Old Faithful? —le pregunto.

—No. Dadas las circunstancias, no tenemos nada más que preguntarle. ¿Por qué?.

—¿Podría llamar al teléfono que ha dejado, por favor? —le pregunto.

Thornhill me mira con cara de extrañeza y llama al número. En el silencio de la pequeña estancia se escucha claramente la voz que contesta.

—Servicio Postal de Livingston, ¿en qué puedo ayudarle?.

—Buenas tardes —contesta el Ranger—. ¿Es Livingston en el condado de Park?, ¿en Montana?.

—Si, señor, ¿en qué puedo ayudarle?.

Thornhill frunce el ceño.

—¿Podría ponerme con Ron Yman, por favor?.

—Lo siento, no hay nadie aquí con ese nombre, señor.

—Discúlpeme. Me habré equivocado. Que tenga buena tarde.

—¿Qué dirección ha dejado? —le pregunto tras colgar el teléfono.

El Ranger busca la nota que le dejó su subordinado, Davis. Cuando la encuentra y la lee, vuelve a fruncir el ceño.

—Falsa también. Esto está aquí al lado —dice—. Esta dirección coincide con la de la Tienda de Suministros Agrícolas Russell. Emitiré una orden de búsqueda a todos los condados circundantes.

—Por favor, no lo haga —le digo.

El Ranger se queda inmovilizado, mirando para mi como si me hubiera vuelto loco.

—Nos ha tomado el pelo vilmente —le explico—. Creía que podía ser una coincidencia pero ahora está claro que no lo es. Ron Yman es el señor Yman. Mister Yman. Mystery Man. Hombre Misterioso.

Tanto el Ranger como Josías hacen un gesto de frustración.

—Dejemos que piense que no nos hemos enterado y tiremos de los hilos que tenemos —añado—. No le demos motivos para escapar. Estoy empezando a pensar que tenemos más de lo que puede parecer a primera vista.


A la mañana siguiente, unos minutos antes de las nueve estamos entrando en las dependencias del forense de Idaho Falls.

—Doctor Ripley, cuando nos vemos usted y yo siempre es por algo malo —le dice Thornhill a un hombre con bata blanca que aparenta estar esperándonos.

—Ranger Thornhill, buenos días. Desgraciadamente así es —le contesta él.

Thornhill me presenta ante el forense como colaborador de los Rangers y pasamos a un despacho. El forense es un hombre de cerca de 50 años, alto y delgado. Habla pausadamente y en tono suave. Por su vocabulario y su forma de expresarse parece serio y disciplinado.

Nos explica el procedimiento y, si lo deseamos, nos invita a presenciar la autopsia aunque nos advierte de que no es algo necesario ya que hará un informe que él mismo nos explicará detalladamente al término del procedimiento.

Ambos solicitamos estar presentes.


Old Faithful. Parte 2 - Autopsia en la morgue de Idaho Falls
(Personajes 3D: Luis Polo / Foto de fondo: IA y Luis Polo)

La autopsia se alarga durante buena parte de la mañana, con tiempo suficiente para salir dos o tres veces a descansar y tomar un café. Al final, el Doctor Ripley da instrucciones a su ayudante para que empiece a coser el cadáver, se acerca a nosotros y comienza a explicarnos.

—Sin lugar a dudas, la causa de la muerte es edema pulmonar. El historial clínico no refiere ninguna enfermedad que pueda justificarlo ni hay signos que evidencien qué ha podido causar el edema. Tampoco he encontrado lesiones ni evidencia de alguna patología no tratada.

—¿Podría ser causado por algún tipo de agresión física? —pregunta el Ranger.

—Presenta unos ligeros hematomas en el cuello pero son demasiado leves, casi imperceptibles. Si está pensando en una agresión, la asfixia podría ser una causa para el edema pero esos hematomas no se pueden relacionar con un estrangulamiento. Podrían ser debidas a algo mucho más inocente como fricción con la ropa o con joyas. No puedo concluir que haya sido asfixiada. En realidad no hay nada en su cuerpo que indique ningún tipo de agresión. Lo que sí le puedo asegurar es que para la persona joven y sana que era, es extraordinariamente raro que haya sufrido un edema pulmonar sin la intervención de algún elemento o hecho externo a su cuerpo. Sé que no es lo que les gustaría escuchar pero no hay nada más. Son las mismas circunstancias que hace nueve meses.

—¿Podría ser envenenamiento? —le pregunto.

—Bueno, no hay signos de intoxicación en su tracto digestivo, ni tampoco de que le haya sido administrada por inyección pero…

—Inhalación —le interrumpo.

—Esa sería una posibilidad —contesta el forense.

—¿En qué está pensando? —me pregunta el Ranger.

—He visto esto antes —le contesto—. Un caso en el que una persona fue envenenada por inhalación de ricina.

—Ese hecho podría coincidir con las circunstancias de esta joven —dice el forense—, sin embargo, con la ciencia que tengo a mi mano no me es posible afirmar que esa sea la causa del edema.


—Creo que hay piezas que están empezando a encajar —le digo al Ranger ya de camino a West Yellowstone.

—¿Ricina? —me pregunta él con cara de extrañeza—. ¿Cómo es posible?.

—Sólo hacen falta unos conocimientos básicos para fabricarla a partir de las semillas de ricino. Esta tarde seguramente ya le podré dar una información relevante sobre todo esto pero tenga en cuenta que, en el caso de que sea ricina lo que está usando el asesino, si es nuestro Mystery Man y si lo encontramos, ahí deberá sacar usted todo su arsenal dialéctico porque sólo lo podremos atrapar con una confesión.


Ya por la tarde, me dirijo a la dirección que me dio la señora Henry.

Es una pequeña y bonita casa de campo un tanto apartada del pueblo pero a poca distancia.

Antes de entrar, me fijo en el buzón del exterior. En él figura el apellido Washington. Justo en ese momento se abre la puerta de la casa y una señora mayor de aspecto muy jovial y una agradable sonrisa en la cara, me saluda. No es quien esperaba.

—¿Es usted el señor Kaplan? —me pregunta.

—Si, señora. Ricardo Kaplan.

—Pase, por favor. Vera le está esperando. Sea bienvenido.

Ya dentro de la casa, la señora me invita a pasar al salón. Allí está sentada la señora Henry, que al verme me saluda con una sonrisa y me invita a sentarme. En realidad también parece una señora muy agradable. Cómo cambian las cosas cuando superan nuestros prejuicios, pienso para mi mismo.

—Si me disculpan, iré a preparar un té —dice la señora que abrió la puerta.

—Ella es Loretta Washington —me dice la señora Henry cuando ya estamos a solas—. Es mi prima y me está ayudando mucho con todo esto.

—Señora Henry, antes de nada, perdone pero me pica la curiosidad. ¿Cómo sabe mi nombre y cómo es capaz de llegar tan rápido a los sitios?.

—Llego tan rápido a los sitios porque voy en coche, igual que usted.

Antes de poder pensar en si mi cara refleja el sentimiento de imbécil que tengo ahora mismo, ella continúa su explicación.

—Aunque no la haya visto, mi prima Lorie también ha estado conmigo esperándome en el coche en varios de los sitios o me lo ha dejado mientras ella se quedaba haciendo las preguntas propias de una vieja cotilla —dice sonriendo—. De esas que ni la policía es tan perspicaz. Gracias a ella hemos conocido muy rápidamente su nombre y estábamos completamente seguras de que iba a participar en el caso y eso es justo lo que yo necesitaba. Alguien de fuera que no tema enemistarse con este vecindario. Con los Rangers, bueno… no es que no confíe en ellos pero este caso en concreto lo han llevado siempre horriblemente mal y les tengo rencor por no haber resuelto tampoco el salvaje linchamiento de mi marido. En paz esté.

—Entonces, ¿tiene alguna información relevante que me pueda servir de ayuda? —le pregunto.

—Oh, por supuesto que sí, señor Kaplan. Sé perfectamente quienes han cometido estos dos últimos asesinatos.

—¿En plural? —le pregunto—. ¿Son más de uno?.

—Así es. Son dos; el predicador y el hombre que dice que ha encontrado el cadáver y les ha dado un nombre falso.

—¿Cómo sabe eso?.

—Porque son mis hijos; míos y de Ben Henry.

Continuará


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